lunes, 26 de febrero de 2007

Entrevista a Pedro Dalton,TEMPERAMENTO DE UN BUEN MUCHACHO

El 18 de mayo los Buenos Muchachos llenaron el Teatro El galpón para presentar su tercer disco oficial, “Amanecer Búho” (Bizarro, 2004). Unos días después Pedro Dalton nos recibe en su casa de Malvín, con la excusa de recorrer en detalle su historia artística, incluso esa parte que no es tan conocida como su faceta de cantante de una de las bandas más originales de la escena uruguaya. El juego comienza cuando pronunciamos la palabra clave, la llave que nos abrirá las puertas de su mundo: “G.A.S.” (Generación Ausente y Solitaria), el fanzine que en los ’80 vio nacer al personaje Pedro Dalton, seudónimo y alter ego de uno de los tres hermanos Fernández (Marcelo toca la guitarra en Buenos Muchachos y Orlando tocó en Cadáveres Ilustres y Exilio Psíquico). Pedro va a su cuarto y vuelve con seis revistas G.A.S. Las trata como reliquias. Él dibujaba las tapas y hasta se animaba a ilustrar letras de canciones. Hojeamos las revistas y descubrimos varios “Comic-clips”: “Frío Oscuro” de Los Estómagos, “La Mataré” de Loquillo... y así ingresamos lentamente al increíble planeta Dalton.

¿En qué época se editaba G.A.S.?

En el ’87. Éramos unos dementes, pila de gente conocida escribió ahí. Me acuerdo que Orlando y un amigo suyo tenían un puestito de discos en la feria y nos dejaban vender la revista G.A.S. ahí. Entonces volanteábamos para avisar que se vendía ahí. Todo funcionaba por el boca a boca.
¿Fue a partir de ahí que empezaste a llamarte Pedro Dalton?
Si. Inventé el sobrenombre ahí, porque era ilegal lo de la revista.
¿Se perseguía fuertemente eso?
No sabíamos. Pero supuestamente no se podía. Tenías que tener un permiso, un pie de imprenta. Lo tenías que presentar en la Biblioteca Nacional... Habían pasado un par de años del fin de la dictadura pero seguía habiendo razzias y mucha mierda.
Hoy estas revistas son parte de la historia del rock uruguayo...
Y falta el último número, el 7, que se llamaba “Agotado de esperar el fin”, como el tema de Los Ilegales.
¿Te gustan Los Ilegales? Qué buena banda española esa...
¡Si! Justo había conseguido un disco que tenía los cuatro primeros discos y un par de cosas más... estaba impecable.
Se escuchaba mucho rock español en aquellos años...
Si, muchísimo. Estaba todo el rock nacional bastante polenta, y llegaba mucho material de España, que se pasaba mucho en la radio. Gabinete Caligari, Loquillo... Hubo un momento que pila de gente de acá fue para España y trajo cosas. Tipos como Gustavo Parodi, Gabriel y Guillermo Peluffo, habían viajado y trajeron muchos discos. Y ahí nos juntábamos todos, “prestame éste, yo quiero este”. (Risas)
¿Qué era lo que más escuchabas?
Escuchaba todo. Yo arranqué a escuchar música más “en serio” con The Strakers, The Cure, Sex Pistols, Sid Vicious... Estaba todo en la casa de un amigo, Vicente Martín. Su hermanastro había estado viviendo en España, y trajo discos que acá era impensable conseguir. No había, no existían, estábamos en plena dictadura. Me metí en ese mundo y era emocionante, porque conseguir un disco era un huevo, no existía un carajo esto de que te metés en Internet... Ni siquiera existían las disquerías que conocieran eso. Cuando empezó más o menos a abrirse la historia te daban un listado en cualquier disquería.
Como Crossroads, por ejemplo.
Esa era gente especializada, vendían bandas como Black Sabbath y toda esa música. Néstor, el dueño, conocía y traía pila de cosas. Te discutía de música, te sentaba en la máquina cuando no tenías idea...
¿Ibas a pasar la tarde a la disquería?
Yo no era de los que iba, pero era muy común ver gente melómana total como Gabriel Barbieri acodados al mostrador, solo les faltaba la grappa. Todos hablando de música. Yo me acuerdo que a eso de los 15 años empecé a salir con Vicente, y cuando entraba a su casa veía todos los posters de Sex Pistols, The Clash, yo no tenía ni puta idea de esa música, no conocía nada. Le preguntaba “¿y este loco de los pelos parados quién mierda es?, mostrame un disco.” Y me decía: “Nooo, no se tocan los discos, llego a rayar alguno y me matan.” Claro, él era el hermano menor, así que se los fui pidiendo a sus hermanos y empecé a grabar, nos juntábamos con un montón de gente a escuchar esa música. Después hubo un pequeño quiebre: Parodi viajó a España, y todos esperábamos que trajera discos ingleses, tipo Sex Pistols, The Clash, Siouxie and the Banshees, The Cure, todo eso. Y se trajo 50 discos, ¡pero todos de rock español!. Le dijimos “no jodas”, pero nos grababa ensaladas con todas esas bandas, y empezamos a delirar. Entonces ahí ya elegía: Ilegales me encantaba, Gabinete me encantaba, y empezamos a conseguir todos los discos. A la vez también ahí descubrí a las Violent Femmes, una de esas bandas que me encantan.


UN SALTO EN LA CIUDAD DE PANDO

Pedro Dalton habla sin parar. Los recuerdos salen a borbotones de su cabeza y así será durante horas, cervezas y cigarros mediante. “Yo siempre me sentí un rockero”, nos dirá en algún momento. Apenas era un adolescente cuando fue parte del rock trabajando con Los Estómagos y compartió el comienzo musical de sus hermanos mayores.
¿Cómo llegaste a dibujar la tapa del primer disco de Los Estómagos (“Tango que me hiciste mal”, Orfeo, 1985)?
Con Orlando fuimos al primer concierto de Los Estómagos, el 25 de agosto del ‘84 en el Centro Protección de Choferes de Pando. Fuimos muy pocos de Montevideo. Ellos eran amigos del Gonchi, el hermanastro de Vicente, el hermano mayor que había traído la música, quien nos presentó a los flacos y empezamos a trabar cierta amistad. Porque era tan poca la gente que todo el que escuchaba Pistols ya era tu amigo, estabas en la misma, de una. Ahí Orlando ya quería tocar la guitarra, entonces íbamos a algunos ensayos de Los Estómagos en Pando. Como Gabriel Peluffo se había hecho muy amigo de Orlando venía muy seguido a casa, de noche, a tomar café, y charlábamos mucho de música. Yo dibujaba en esa época, me dedicaba al arte. Y un día me dijo: “¿por qué no probás hacer una tapa para el disco que se llama ‘Tango que me hiciste mal’?”. La idea que tenía Parodi era de un tanguero recostado en un farol torcido, me gustó, empecé a dibujar y llegué a esa idea. Se las presenté y les encantó.
También hacías escenografías...
Claro. A partir de ahí fue que empezaron los primeros intentos de escenografía con Guillermo Peluffo, laburábamos mucho con Los Estómagos. Pintábamos todo sobre ideas del Guille, trabajaba como un demonio. Después vinieron los ciclos de “Cabaret Voltaire”, donde también hicimos las escenografías. Todo sin guita de por medio, obviamente. Me acuerdo que los recitales eran los viernes, venía el Guille a casa los jueves y hacíamos una escenografía por semana. Venía a la hora que yo salía de laburar, tipo las 7 de la tarde, y terminábamos a las 5 de la mañana. Yo estaba viviendo en el famoso bulo, en Pablo de María y Colonia, que era la boutique de mi viejo y arriba vivían mis tíos. Apenas había una bombita de mierda en el patio pero pasábamos horas ahí afuera, cagados de frío, enchastrando todo. Me acuerdo que yo ya venía medio quemado, porque estaba muerto, al otro día me tenía que levantar a las 8, trabajaba de cadete en una agencia de publicidad. Y el día que dije basta aún no había terminado el ciclo. Me acuerdo que habíamos terminado, eran como las tres y media, estábamos muertos, y al Guille se le había ocurrido pintar las telas con esmalte sintético. Yo tenía un frasco enorme de aguarrás en una estantería, y cuando liquidamos todo, al pasar con una de las telas volqué el frasco. Todo el cuarto quedó inundado de aguarrás. Le dije “dejá Guille, andá nomás que yo limpio”. “No, pará que te ayudo”. “No, andate, está todo bien, yo me encargo”. Lo encaré y le dije: “no puedo más, estoy destruído, que pinte guita o no hago nada, no quiero trabajar más así.” Lo abandoné en las últimas dos fechas, ni siquiera fui. Pero era genial, estábamos locos. Guille venía y me decía: “vamos a pintar un muro”. Conseguía la pintura, me pasaba a buscar y nos íbamos a las cuatro de la mañana a pintar un muro cagados de frío. Siempre lo hacíamos en invierno, no sé por qué.
¿Y qué otras cosas hiciste además del Cabaret Voltaire y pintar paredes?
Hicimos las luces del Cine Cordón (en la despedida de Los Estómagos, 25 de agosto de 1989) con el Guille, y haber estado ahí...
¿Fue cuando se pusieron a jugar con las luces durante el himno?
Si (se ríe), le hicimos las rítmicas al himno, y estaba un tipo de no sé dónde, que venía a cancelar el show porque los graciosos de las luces estaban haciendo eso. Además todo el mundo empezó a hacer pogo, Guillermo se cagaba de la risa. Ese tipo estaba buscando la manera de clausurarles el show y lo estaba logrando porque los pelotudos de las luces le hacían las rítmicas al himno. Me acuerdo la cara de Gerardo Michelín, que era el organizador, se quería morir. Tenía la jeta toda hinchada y nos gritaba: “¡Pedro, Guille, la puta que los parió, las luces, las luces!” Y nosotros (haciendo como si manejara las luces) “tic, tic, tic, sí, si, están buenas, están buenas” (risas). Nos quería matar. Estuvo bravo ese show, pero fue híper fuerte, caliente, estaba hasta las bolas el cine, hubo uno que se tiró para abajo, se descolgó, se hizo mierda, tuvieron que sacarlo. Rompieron todos los vidrios de adelante. Fue un recital de la puta madre.

¿Con qué sensación te fuiste cuando terminó todo?
Yo estaba en la gloria. Era el último concierto, había estado impresionante y había formado parte de eso. Te sentís en la gloria. Era mi manera de vivir el rock en ese momento. Lo disfrutaba como si estuviera tocando, de la misma manera.
Viviste todo el proceso de Los Estómagos, desde el primer disco acompañaste todo muy de cerca, ¿cómo sentiste el momento de la separación?
Era triste pero también era bastante lógico. Yo me morí de tristeza, la verdad que era una cagada para mí. No me sentía fan de la banda, me sentía por dentro. Se veía que Fabián, el Hueso y el gordo Parodi querían hacer distinto tipo de música. A la vez no sé si lo maduraba tanto, no tengo tanto ese recuerdo. Tengo cierto recuerdo emocional, de haber pensado “qué cagada”, pero tampoco me mató. No se me cayó el mundo. Era bastante evidente que iba a suceder eso en algún momento porque cada uno se tiraba para su lado, y eran los dos que componían...
¿Y con qué te identificaste más después musicalmente, con Gallos Humanos o con Buitres?
No me identifiqué mucho con ninguno de los dos. Lo del Hueso me parecía interesante. Es un loco que tiene una sensibilidad en el piano y unas melodías del carajo. Me gusta mucho. Y sabía que Gustavo se iba a dedicar al rocanrol, que era su vida. Hay un cuento de Michelín, por ejemplo, cuando llevó a Los Estómagos a Buenos Aires: a él le partió el bocho que el gordo, en su cuarto de hotel, sacara de su bolso una foto de Buddy Holly, otra de Eddie Cochran, y las pegara en la pared (risas). Eran como la novia, las tenía que tener pegadas ahí. De los Buitres me gustan temas, pero no me gustan en general. No los pienso comparar con Los Estómagos ni loco. Eso de que “ah, cuando empezaron a ser los Buitres la cagaron”, no. Los Estómagos fueron Los Estómagos y nunca la cagaron. Los Buitres fueron los Buitres y tampoco la cagaron. Son dos bandas distintas, hablemos así. Por más que quedaron Gabriel, el gordo y el Lazzo, se sabía que Gabriel componía las letras y que el gordo y el Hueso componían la música. Si se fue el Hueso, claramente ya Los Estómagos no eran. Por algo se llaman Buitres. No voy a caer en comparar quién era mejor y quién era peor, simplemente yo me identifico más con la música de Los Estómagos en la parte experimental que tenían ellos, inclusive las letras, pero Buitres hacen lo suyo y me parece sumamente respetable.
Aquella fue una época especial, como un salir de todo.
Era la apertura. Todo te dejaba con la boca abierta. Pensar en hacer un show un 25 de diciembre (de 1985) en el Teatro de Verano, donde quedó tanta gente afuera... Nadie imaginaba que iba a suceder eso. ADN no se conocía, Zero no se conocía. Se conocía un poco de Estómagos que venían tocando en El Templo del Gato...
Y Los Tontos...
Los Tontos tampoco eran muy conocidos. Eran considerados banda nueva en ese toque. Los únicos conocidos eran Estómagos y Traidores. Para mí los organizadores deben haber quedado de cara. Un 25 de diciembre, al otro día de Navidad, que la gente vaya...
¿Y por esa época no se te había ocurrido cantar o tocar en alguna banda?
No, nunca.
¿Tus hermanos empezaron a tocar antes que vos?
Si, los dos. Cuando yo tenía 20 años iban los amigos de Marcelo a la casa de mi vieja y se iban con una guitarra a la playa La Estacada, hacían fogones con unos litros de vino, y se quedaban toda la noche tocando. Yo iba a la puerta de los bailes, soy de esa generación. No de los que entraban, de los que iban a la puerta. Teníamos guita para la entrada y todo, pero después no entrábamos y nos íbamos a comer algo. Mis salidas eran esas. Cuando me encontré con todo esto le vi mucho más sentido al salir de noche, porque antes no había nada. Estaba el Náutico, el Banco República, y yo no estaba ni ahí.
¿Pero fuiste alguna vez a bailar o siempre hacías puerta?
A veces iba, entraba, intentaba sacar a bailar. Daba vueltas y marchaba todo el tiempo. Me re embolaba. No se bailaba solo en esa época. Tenías que sacar a bailar a alguien, era muy cómico. Al Náutico fui con mi primera novia, a los 15 años. Le había hablado en la calle, salimos y nos fuimos al Náutico. Mi primer chupón fue ahí (risas). Re veterano, a los 15 años el primer chupón. Ahora ves los pendejos de 7 que están franeleando. Durante las lentas lo encajé, era obvio. Se venían las lentas y... el dolor de huevos (risas).

ROCANROLASO

La descripción de imágenes y sensaciones se desordenan en un relato cargado de anécdotas. Su voz ronca, lejos de ser un obstáculo en su carrera como cantante, se transformó en un sello distintivo de Buenos Muchachos, que ya tiene una historia de 13 años que a Dalton le divierte contar.

¿Cómo fue tu incursión en la música?
En la época que Marcelo y Orlando habían agarrado la guitarra y tocaban mucho, yo sabía 3 acordes. Como tenía oído tocaba, pero muy poco. Sacaba algún tema, tocaba algo de Leonardo Favio, alguna cosa de Pink Floyd, pero no me dedicaba. Yo dibujaba, pero siempre tuve música en la cabeza. Siempre estuve emparentado con la música. En la época que me dediqué de lleno a la pintura de cuadros y todo eso, me pasaba todo el día escuchando música y cantando arriba de las canciones. Hasta que una vez Daniel Turcatti de Neanderthal tuvo un problema, no podía cantar porque tenía un problema muscular en la garganta por dibujar inclinado. Nosotros íbamos a todos los ensayos, y dije: “yo quiero probar”. Fue el primer ensayo de mi vida, quedé re colgado. Pero era un hobby, lo tomaba como eso. Nunca toqué con Neanderthal en vivo como cantante. Me han invitado, hasta el día de hoy cuando voy a verlos siempre canto uno o dos temas que tienen reservados para mí. Fue mi escuela. Ahí aprendí a erizarme cantando, porque era todo zapado. Dos horas fumando porro y zapando. Con Neanderthal nunca armamos un tema, y estuve como un año y pico con ellos. Paralelamente me metí en el Foto Club y me hice amigo del Topo quien, como le gustaba la guitarra, armó una bandita. Entonces nos juntábamos con el Topo y yo le mostraba lo de Neanderthal y él me mostraba lo de su bandita. Después volvió Daniel y yo no podría seguir cantando, además él componía los temas para su voz. Yo sabía que nunca iba a colmar las expectativas, así que me fui de Neanderthal, y ahí de bobera pintó ese famoso ensayo en lo del Topo con el Rafa. Estábamos un domingo, de pendejos pajeros sentados en el garage, re embolados. Agarramos la guitarra, nos pusimos a tocar haciendo ritmo con unos pinceles y unos tarritos que había ahí, nos gustó la combinación, y ahí arrancamos.
¿Esa fue la semilla inicial de Buenos Muchachos?
Si.
¿En qué año empezaron a tocar?
En el ‘91. Y en esa época cada uno llevaba a los ensayos 2 o 3 porros. Los fumábamos todos y nos poníamos a zapar. Entonces tocábamos con los ojos cerrados, poníamos las luces bien bajas, ni nos mirábamos, nos guiábamos pura y exclusivamente por los instintos. Yo metía un grito y el Rafa sabía que ahí metía un plato. No era avisado. Ahora hablamos más.
Surgía espontáneamente...
Sabíamos qué iba a pasar. No era necesario cortar un tema y arreglarlo. Tampoco teníamos esa intención en ese momento. Era divertirse y ya está. Después empezamos a armar los temas. Cuando conocimos a los Pixies empezamos a manejar más la idea de la calma y el estallido. Era una cosa temperamental y de barriga, absolutamente energético. Nadie sabía nada de los acordes. Yo no sé alguno de los acordes todavía (risas).
¿Quién fue el primer bajista de Buenos Muchachos?
Fue Alvaro Garrigós, que casualmente hoy toca en Neanderthal, lo conozco desde hace años. Hice la jardinera, la escuela, y hasta tercero de liceo con él. Fuimos íntimos amigos toda la adolescencia y también de grandes. Hasta ahora.
¿Y él ya tocaba el bajo, o empezó a experimentar con ustedes?
Alvaro no tocaba nada, no sabía lo que era un bajo (risas). Iba a los ensayos con Adriana, su ex mujer, y eran los únicos caudillos que se bancaban dos horas enteras de zapada de tres tipos. Iban a todos los ensayos a escuchar, fumar un rato, tomarse una cerveza. Y un día le dije al Topo de invitarlo a él: “si hay alguien que pueda comprender más que nadie lo que hacemos nosotros es Alvaro, no sabe nada, pero vamos a probarlo, capaz que quiere aprender”. El Topo cuando empezó sabía tres acordes, no tocaba como toca ahora. Si el Topo había crecido, ¿por qué Alvaro no? Ahí le propusimos, el loco se re copó, se compró un bajo, se puso a tomar clases y ahí empezamos. Fue nuestro primer bajista, pero el que nos daba una mano con el bajo en aquel momento era Gabriel Barbieri, que estaba con los Chicos Eléctricos y nos ayudaba. Y le pedimos que estuviera para la primera presentación, que iba a ser en el ‘91, en un lugar que se llamaba “Ruta Libre”, donde al final no tocamos. El bajista iba a ser Gabriel porque Alvaro todavía no estaba preparado. Y Gabriel, por su experiencia con Chicos Eléctricos, que ya tenían un tiempo tocando, dijo: “no, acá no tocamos”. Querían que la guitarra, el bajo y la voz salieran por el equipo de voces. Yo estaba listo para tocar, con un cagazo de novela, la primera vez en mi vida que iba a tocar en vivo, pero Gabriel me dijo: “me vas a agradecer otro día que no te haga perder la cabeza en tu primer toque, no da para tocar, te lo digo como amigo, no quiero que te hundas así”. Tocábamos con Neanderthal, ellos sí tocaron y fue caótico, un desastre.

¿Cómo grabaron su primer casete “Nunca fui yo” (Independiente, 1996)?
Gerardo Michelín estaba armando una ensalada de bandas uruguayas para una revista española y nos ofreció grabar un tema en Estudio Record, quedamos re copados. Entonces un amigo cercano a la banda, Bruno, tenía una guita ahorrada en el banco y decidió que nos grababa el disco. Así hicimos el disco. Pero fue un parto, una tensión, no estábamos firmes, el estudio nos quedaba enorme...
Con toda la inexperiencia de cómo se graba un disco...
Claro, igual el técnico Alejandro Mérola era amigo de la banda y nos ayudaba mucho, le gustaba lo que hacíamos y logró que todo fuera mucho más distendido. Quedaron afuera algunas canciones, una que se llamaba “Under te ass” y otra que se llamaba “Mister raya” (risas). Estuvo Barbieri ahí grabando eso, me acuerdo que nos agarramos un pedo... Pero la grabación fue jodida, estábamos re mal nosotros, estaban grabando los de “Plop” aquello de “Las noticias cantadas” y nos dejaron re clavados hasta la noche. Nos quedamos fumando porro en el patio, una rabia bárbara, un estado catatónico de espera, durísimo.
Hay un tema en ese casete que guarda la frase “No te pongas azul”, de Sumo...
Es en el final del blues de Julito, que se llama “El duendecito bebedor”.
¿Nunca pensaron en hacer un cover de Sumo?
Hacíamos “Estallando desde el océano”, la tocamos pocas veces, y “Noche de paz” también si tocábamos en Navidad.
¿Sumo es una de las bandas que tienen en común todos los integrantes de la banda?
Sí, como otros grupos que fueron caballitos de batalla para todos, como los Stooges. Y cuando descubrimos el “Doolittle” de los Pixies pasábamos todo el día escuchándolo.
Antes de editar el “Nunca fui yo” aparecieron en el compilado “Criaturas del pantano” (Perro Andaluz, 1994)...
Fue grabado en un portaestudio con César Lamchstein. Grabamos el “Preludio de las cazadoras del Río de la Plata” y el “Bamma Lamma”, aunque nosotros queríamos poner la primera versión del “Preludio...” y “Jodidos heladeros”, pero también en el casete estaba una mini mezcla que había hecho César del “Bamma Lamma”, y Michelín lo metió igual porque consideraba que el “Preludio...” era muy corto. Lo metió sin nuestro permiso, porque no nos gustaba la versión, y encima le erró a los nombres. En dos canciones dos errores: uno era un tema que no queríamos, y el otro tenía mal el nombre.
Ese fue uno de los pocos compilados coherentes musicalmente hablando.
Totalmente coherente. Me gustaba el nombre del disco, la intención, las bandas que estaban, era super coherente, bien mostrable.
“Las criaturas del pantano” fue presentado en “Amarillo” (de Rondeau y Agraciada). Ese lugar y “Juntacadáveres” vieron gestarse a todas las bandas que integraban ese disco.
Sí, y eso que no entraron los Supersónicos porque recién habían sacado “Mundo Pistola”. Me acuerdo que cuando hicimos “Amarillo” había una reunión en un barcito con un integrante de cada banda para hacer una especie de sorteo del orden de los grupos. Yo llegué más tarde, estaban todos sentados y Michelín me dice “mirá, te ofrezco tocar último, porque es el lugar que va quedando”. Nadie quería tocar último, y yo dije “a mí me da igual, antes de salir primero prefiero salir último”. Y me fui de ahí y pensé “soy un tarado... ¡ultimo!, son cinco bandas, donde se corra un poco termina a las cinco de la mañana”. Éramos re poco conocidos en ese momento, quién se iba a quedar a vernos. Pero estuvo tan bien organizado el concierto ese, que habían mil personas, empezó puntual y se fue dando todo con un orden tal, que eran la una y media y el boliche estaba a full, todo el mundo se quedó a vernos.

EN AQUEL BAR DE AYER

Hablar de Buenos Muchachos es hablar también de una época y de los lugares donde se concentró la movida musical de comienzos de los ’90. De las bandas uruguayas que habían marcado la década anterior solo quedaban los recuerdos, y en medio de un gran vacío artístico y discográfico (los discos de vinilo ya no se editaban y aún no había llegado el CD a nuestro país) surgía una nueva generación de músicos. Chicos Eléctricos, The Supersónicos, La Hermana Menor, Neanderthal y Buenos Muchachos fueron algunas de las propuestas que mejor representaron el espíritu de esa década. Las épocas tienen que ver con los lugares, “y los lugares tienen que ver con las bandas”, dice Dalton, cuando recuerda aquellos pubs de ayer.
A comienzos de los ’90 había apenas un pequeño circuito de boliches con rock en vivo. Nombrábamos “Juntacadáveres”, “Amarillo”, estaba también “El perro azul”...
¡Sí! Era famoso, tengo fotos de “El perro azul” donde estamos tocando, el Topo apoyado sobre una cocina... Para pasar al baño tenías que atravesar el no-escenario, porque tocábamos a nivel del piso, cuando estaba tocando la guitarra pasaba la gente al baño y tenía que correrse, era divertidísimo...
Después esos boliches cerraron, hubo un vacío y luego surgió la movida de Pocitos, con el “Marraquesh Café”, “El cielo”...
Qué mal que estaba la vieja Zulma, la que regenteaba “El cielo”. Me acuerdo el día que fuimos con Hugo, el batero de Neanderthal, queríamos que nos diera el boliche para hacer un toque, pero ella quería estar igual y meterse en todo. Era un desastre el olor a mierda que había en la casa, infumable: meo de perro, de gato, la vieja tenía terrible boliche en el medio de Pocitos que rendía pila, entraba mucha gente, pero era insoportable.
Y a una cuadra de ahí estaba el “Marraquesh”, donde también se tocaba en el piso. De ahí recordamos Old Scotch, ¿quiénes eran y cómo surgió esa banda?
Old Scotch pintó de fisura en una época que nosotros andábamos medio en banda y Pablo Sónico casi no estaba tocando con los Supersónicos, entonces vino Barbieri, nos juntamos en el bulo, arrancamos tocando de jodita, y salió... Éramos Pablo Sónico en batería, el Topo en guitarra, Gabriel Barbieri en bajo y yo cantando.
¿Qué temas tocaban?
Hacíamos de todo, desde Misfits, PJ Harvey, Pixies, era muy variado y super potente, era flor de banda, teníamos como 35 temas, hacíamos 10 covers nuevos por semana. Teníamos incluso tres canciones nuestras que las grabamos y yo las perdí. Old Scotch estaba bueno, incluso con Old Scotch fuimos a tocar a Empalme Olmos, un pueblito cerca de Pando, de donde eran el Hueso Hernández y el Cabeza Mariott. Yo iba siempre a Empalme Olmos en tren con Orlando. Años después vino un guacho que nos propuso tocar con Old Scotch a Empalme Olmos, en un bolichito y fue increíble. Fuimos a tocar y había un loco que era inglés, que no sé qué hacía en Empalme Olmos, un pueblo de dos mil personas, en una pizzería donde habían cincuenta tipos, y cuando escuchó Misfits se quería morir, se paraba y nos abrazaba. Aparte con mi inglés no podría haber reconocido nunca el tema el hijo de puta, yo no sabía ni una puta letra, cantaba cualquier cosa. Eso fue lo máximo que nos pasó con Old Scotch, además de la carpa donde tocamos en Punta del Diablo, fuimos como tres fines de semana en una minigira con los Chicos Eléctricos, unos recitales del carajo.
Siguiendo en el tiempo, después del circuito de Pocitos hubo otro bache hasta que surgió la etapa de “Perdidos”...
Lo de “Perdidos” surgió medio de casualidad. Tocó Maxi Angelieri con Exilio Psíquico y me tiró el pique, “mirá que hay un loco nuevo, un alemán que parece que está todo bien”. Entonces el día que los fuimos a ver con el Topo hablamos con Thomas, y nos cayó de puta madre, era un caballero, tengo un recuerdo impresionante, era un tipazo, lo quiero hasta el final. Además fue el primero que nos ofreció un cachet, creo que fue de 200 dólares. No podíamos creerlo. Y el día del toque, a eso de las 12 de la noche nos vino a dar la guita porque ya se habían vendido todas entradas.
“Perdidos” era un lugar muy especial, que canalizó la movida de toda una época. ¿Las épocas tienen que ver con los lugares?
Y los lugares tienen que ver con los momentos de las bandas. “Perdidos” fue como el aguantadero de todos nosotros, pasó con los Supersónicos, Buenos Muchachos, Chicos Eléctricos que se separaron ahí, Elefante... Después cuando abrió “Pachamama” nos fuimos a tocar todos ahí porque la capacidad era mayor, pero habíamos crecido en “Perdidos” y nos empezó a quedar chico.
“Perdidos” apadrinó todo el proceso de gestación del “Aire Rico”, lo parieron en ahí ese disco.
No solo lo parimos, sino que lo pagamos con “Perdidos”, con todos los toques que hicimos ahí.
¿Cómo es la anécdota del día que terminaron de grabar el “Aire Rico” y fueron para “Perdidos”?
Quedaba a cinco cuadras del estudio, era de madrugada y le caímos a Thomas cuando ya había cerrado. Se caía dormido en la barra, pero pusimos el disco a todo volumen, tomando cerveza con él y con Karen. Era un club, los tipos eran geniales. Pero una vez me contaba que en la última época vio un cambio de gente que lo mató. Claro, pasaron de las bandas como las nuestras que llevaban gente, que todo el mundo se tomaba sus cervezas y sus whiskies, a banditas que se llevaban la caja de vino escondida en la campera. Se entró a quemar, no había bandas que llevaran gente que consumiera.
¿Los Buenos Muchachos tocaron alguna vez en La Factoría?
Sí, tocamos tres veces, dos con Cadáveres Ilustres y otra en una fiesta del programa “Dínamo” organizada por Nicolás Fervenza.
¿Cuáles son los escenarios que los ponen más cómodos, un boliche en la madrugada o un teatro?
Me siento más cómodo cuando el sonido está bien, cuando el escenario está bien armado, cuando estoy tranquilo. No tiene que ver con el lugar sino con la comodidad que tenés en cada lado. Me gustan ambas situaciones, tanto la noche con alcohol y humo como la gente sentada en butacas disfrutando el show desde otro lugar, las dos formas tienen adrenalina.
¿El primer teatro que hicieron fue el Stella, para la presentación de “Aire Rico”?
No, el primer teatro fue El Tinglado, en el ciclo Nueva Generación, aunque siempre nos dejaban afuera del concurso ese, tocábamos solos. Una vez fue con Neanderthal y otra fue con RRRRRRR.
¿Y cómo fue la primera vez que tocaron en la Sala Zitarrosa? Ese fue un salto importante para la banda...
Esa fue una idea de Gustavo de Ultrapop, que si bien aún no estábamos con él, el tipo tenía la idea de traer a la Pequeña Orquesta Reincidentes y nos propuso hacer esa fecha. Teníamos un cagazo enorme porque debíamos pagar los pasajes de la banda argentina, ahí tuvimos una movida importante de difusión, afiches, salió todo bien. Es un lindo lugar para mostrarse. Ese toque fue como un paso importante que dimos.
Para una banda el hecho de comenzar a ganar algo de plata con los shows y sentirse más respaldados debe detonar mejor la parte artística, otra seguridad para dedicarle más tiempo a la música...
Claro, porque sabés que el resultado es el disco. Y eso hace que te puedas ir a Buenos Aires, por ejemplo, y con tu disco en la mano es diferente. Una cosa alimenta a la otra. Un día metimos en Perdidos 220 personas, que según Thomas era el record de venta de entradas ahí. Había tanta gente que no se podía estar. Ahí sentimos que estábamos bien, que estábamos creciendo, teníamos el disco en la calle que lo habíamos pagado tocando, la onda con Thomas era impecable, nunca hubo un sí o un no.
¿Fuiste a ver a Lou Reed cuando vino a Montevideo? ¿Te hubiera gustado tocar ahí?
Fui a verlo, sí. No sé si me hubiera gustado tocar ahí, la única vez que toqué cómodo como telonero fue con Los Piojos, donde realmente tuve onda, pero no siempre es así. Por ejemplo con Yo la tengo, los tipos venían muy quemados de su gira, los habían robado en Chile, se habían agarrado cagalera en Brasil, a la mina le había salido un herpes, estaban mal y no los pude disfrutar ni ahí, terminó el concierto y me fui a la mierda. A Lou Reed lo fui a ver y lo re gocé. Además llovía y no se fue nadie, el loco estaba re contento, me gustó su actitud, estaba un muy buen día, yo pensé que era re sorete el loco, por todo eso que siempre se dijo de que tenía problemas con todo el mundo. Me encantó el respeto con su banda, les daba mucho protagonismo, fue bárbaro.
¿Qué show has visto que te haya gustado mucho?
El de Albert Plá en el bar Tabaré me gustó mucho. Vi a Chico Science en Brasil, en Porto Alegre, y me partió la cabeza, no sabía ni qué era pero flasheé, sonaban perfecto, mucha percusión, tenían una potencia increíble. Era un recital en la playa y había unos umbandistas degollando una gallina, no podíamos dejar de mirarlos, y de fondo estaban las luces, un sonido demencial. También tengo un recuerdo alucinante de un toque de los Chicos Eléctricos en Alemdalenda, de esos que te erizás...
Alguna vez cantaste con los Chicos Eléctricos...
Sí, canté el día de la despedida y antes había cantado con ellos en el Perro Azul.
¿Y qué te pareció su separación?
Esa separación me pegó para el orto, era el momento en que tenían que separarse. Cuando no estás en la la misma frecuencia tenès que tomar esas desicines, no d'a hacer cosas por compromiso.

LA CHARLA CIEGA, SORDO, MUDA Y A CAGAR

A Pedro Dalton le gusta explayarse y contar, disfruta cuando le preguntan cosas que nadie le pregunta y nunca reprime sus palabras. Sin embargo, pasó mucho tiempo para que Buenos Muchachos tuviera difusión en los medios. Dalton reflexiona sobre ello.

Con el tiempo la gente se acercaba cada vez más a ver a los Buenos Muchachos y sin embargo tenían muy poca difusión, no era una banda de rotación en las radios.
Nunca fuimos una banda que trabajara con la discográfica, como nos pasa ahora. El sello Ayuí nos eligió por un apoyo a lo cultural que tenía en ese momento, y el “Dendritas...” al final no funcionó bien con Ultrapop porque al ser un sello de otro país la distancia complicaba todo. Y la verdad que es otra cosa tener una discográfica atrás tuyo haciendo que entres en la gente, que estés en todos los medios.
Es como un alivio...
Claro, a mi no me da para hacerlo yo. A lo sumo te daré el disco, pero no te voy a ir a pedir una nota. Si hay confianza sí, pero yo a CX 20 nunca hubiera llegado, y el otro día nos hicieron una buena nota, con Robert Rocha, nunca se me hubiera ocurrido, yo decía: “¡esta voz la reconozco!”. Eso sí, nunca haría un playback, pero en una nota con Omar Gutiérrez me cagaría de risa, son como baluartes de la televisión. Me puse más nervioso yendo a “Hola Gente”, porque ya había estado Ibarburu con otros músicos, y cuando estaban tocando no sonaba el sitar, estaba Graciela Rodríguez sentándolos en la máquina, los locos re nerviosos, era horrible. Ahí dije “vamos a la guerra...”.
¿Tocaron alguna vez en televisión?
Ahí en “Hola Gente” tocamos. Y antes tocamos en el programa de Cristina Morán. ¡Perfecto! Diosa, una fenómena, además Canal 5 es como un gran gallinero, es cualquiera. Teníamos que hacer dos entradas con el show. Tocábamos un tema, iban a una nota con otra gente, y en un momento aparece una veterana rubia de pelo largo que iban a entrevistar, que tenía un perro igual al de Susana Giménez. Ella era Susana Giménez pero en la miseria (risas), era flaca, no tenía una puta cirugía estética, todo mal, pero ella estaba convencida que era la mejor, y era psicóloga de perros. Estaba sentada con su Jazmín personal, y el perrito estaba re tranquilo, pero al prenderse la luz roja de la cámara piró el perro, la mina no podía controlarlo, era una fiera el bicho. No lo podían calmar con nada y tampoco le iba a pegar porque era psicóloga de perros, no le iba a torcer el cuello en cámaras (risas). Nosotros no lo podíamos creer, alucinamos.
¿Cómo te llevás con la crítica? Quizás a Buenos Muchachos tardaron en entenderlos...
Pero siempre hablaron bien de nosotros. Yo nunca leí una crítica en la que nos bajaran la caña. Me pasaron, sí, cosas que siempre van a seguir sucediendo: he leído críticas de gente que no sabe quiénes somos, que no sabe nada. Yo no pretendo que un crítico sepa de acordes, pero si ni siquiera veo una actitud de molestarse... Si los mandan a cubrir este show, pero lo suyo es otra cosa, van a cumplir y chau. Entonces te hacen una nota en la que te das cuenta que no saben ni cómo se llama el batero, ni cómo se llama el bajista, que nunca escuchó nada. Hubo una que quedó muy pegada, no voy a decir quién es esa persona porque fue muy cómico. Evidentemente el show le había gustado, le había llegado, lo había disfrutado, pero no sabía un pomo. Trataba de poetizar o de meter palabras que había leído en otras críticas, y dijo “Pedro Dalton sigue rítmicamente a la mujer batera”. Le dije: “loca, andá y preguntale cómo se llama.” ¿Cómo “la mujer batera”? (se ríe), queda horrible. Pero me cago de la risa, soy feliz con la música que hago, con los discos que tengo grabados, tocando con la gente que toco, soy feliz haciendo los recitales. No me arrepiento de nada, ni me voy a sentir malherido porque venga uno y me baje la caña. Inclusive una de las críticas que nos hicieron del primer disco dice que pifiamos en tal lado con los temas fuertes, y me pareció bárbaro, porque sé que es verdad. Lo comparto inclusive. Me gusta que sea más por dentro la cosa. Hay gente que escribe bien, que se sienta a escuchar el disco y opina bien. Hay otros que no tienen tiempo para escuchar el disco, arrancan hablando cosas que escucharon de oído...
Hace poco en un recital hablaste de la prensa...
Ah (risas), porque siempre la prensa te hace la pregunta “¿de qué hablan las letras?”, entonces ahí uno dice: “leé”. Como son letras abstractas, más abiertas, preguntan por qué lado viene, pero si te digo viene pierde la gracia, si no las haría directas para que se entendiera. Y nos preguntan “¿qué temática tienen?”, y temática como que no hay, hay temas que sí, el “HIV” es uno, por eso cuando fui a tocarlo dije “bueno, acá va una letra temática”.
¿Ese tipo de preguntas te ponen incómodo?
No, no me ponen incómodo, está todo bien, por lo menos no nos han faltado el respeto desde el punto de vista humano, como dejarme plantado, por ejemplo. El otro día nos pasó en Sarandi, teníamos una nota con (Gustavo) Escanlar, pero se había sentido mal de noche, se había olvidado de la nota y su encare fue muy pobre. Igual nunca tuve mucha onda con el loco ni fui de hablar con él. Ese día en Sarandi fue la única vez que me sentí molesto por algo, pero a la vez me cagaba de la risa, porque a esta altura esas cosas te resbalan. De repente me hubiera molestado más si hubiera sido en los comienzos de la banda, donde cualquier falta de respeto te duele, pero a esta altura me chupa un huevo que me mande a entrevistarme a una mina que no tiene ni idea de quiénes somos, que nos hizo una nota donde la data de la banda que tenía era del “Aire Rico”, un desastre. Menos mal que la nota fue grabada y pudimos cortarla para arrancarla de nuevo, porque ni siquiera tenía claro los nombres de los integrantes. Después salimos y el gordo Escanlar nos pidió perdón, en fin...

LOS SUEÑOS ROTOS DE YA NO CREER

Buenos Muchachos editó cada disco con un sello discográfico distinto. La banda no tiene manager pero sí muchos amigos que “dan una mano”. Dalton recuerda buenas y malas experiencias que llevaron al grupo a trabajar de forma más independiente.
El disco “Dendritas...” lo editaron con un sello argentino, ¿los sellos uruguayos les dieron la espalda en ese momento?
Habíamos estado hablando con Koala desde la época del “Aire Rico”, pero a Beto García no le interesó, fue raro porque el argumento que me dio fue que yo cantaba mal, me pareció sospechoso el encare del loco, no sé porqué no le terminaba de creer la respuesta. Ojo, yo no tengo problema con que alguien piense que canto mal, no me afecta, me da igual, pero soy muy perceptivo y sentí que tenía un problema personal conmigo. No me convenció la cara, el gesto del loco, porque además nunca nos había ido a ver. Yo lo invité al show de la semana siguiente y fue a decirme “sos terrible vocalista, mismo”. Entonces ahí yo le perdí confianza. Y ahora cuando estábamos grabando “Amanecer Búho” en el estudio de Gastón Ackerman, él pasaba por ahí porque estaba grabando algo de Bufón, entonces iba, escuchaba la batería y decía “qué bien que suena”, pero después lo llamaba a Gastón y le preguntaba “¿cómo suena, hay algún tema que veas como potencial, está quedando bien?”. Y a mí hablame de frente, vení a escuchar, si conmigo no tenés compromiso. Está todo bien, pero quedó por esa. Sin embargo cuando Ultrapop laburaba con Koala, porque le hacía la distribución en la época del “Dendritas...”, el loco se portó bien con la banda, nos llevamos muy bien en ese momento.
Entonces llegaron a Bizarro, que se fue consolidando en los últimos años...
Es que me pareció mucho más transparente, como persona, Andrés Sanabria. Además de saber que Bizarro tiene buena distribución y buena difusión, queríamos hacer algo de lo cual estuviéramos completamente convencidos, sin generar ningún tipo de malentendido, no tenía ganas de estar dudando de nadie, menos de la persona con la que estás sacando el disco. Y con Bizarro nos está yendo bárbaro, al menos a nivel humano todo se entiende, todo se aclara. Tenemos una buena relación donde las dos partes se entienden, nosotros tenemos claro lo que somos y lo que podemos llegar a vender, así que no vamos a desubicarnos, ambas partes mantenemos cierta cordura.
¿Por qué la banda no tiene manager?
Ahora estamos con un amigo que hace muchos años que nos da una mano, que se metió a ayudarnos con esta fecha de El Galpón. En ese sentido somos bastante independientes.
¿Cómo apareció el productor Carlos García Rubio en la vida de Buenos Muchachos?
Antes de aparecer en los Buenos Muchachos se apareció en mi vida (risas). Él es primo de Guillermo Peluffo. Un verano me fui a un hotel en Costa Azul, me encantaba irme para allá con todas mis cosas de dibujo, al hotel Lido Azul, divino. Había quedado en verme con Gabriel Peluffo, y me lo encontré a Carlitos en la puerta que me dijo “eh, te acordás de mí, el primo del Guille”, ahí nos saludamos y como Gabriel se tenía que ir me quedé con él, que venía del Chuy y me invitó a tomar caipirinha. Ahí nació la amistad con Carlos García Rubio (risas), no sabés lo que fue, limones picados en un mortero y nos tomamos el litro entero.
Él llegó a tener cierto poder de difusión en algunos medios y siempre los apoyó mucho, incluso desde la organización.
Cuando Carlos vio que la banda había generado el “Aire Rico” y llevaba gente, me dijo que no quería ser nuestro manager pero que estaba harto de vernos perder plata. Armábamos mal los toques, siempre perdíamos guita, éramos unos giles. Y que era la banda que a él le gustaba, que veía que tenía un futuro, que iba a seguir siendo promisoria porque era muy creativa. Como él estaba con Urbana FM nunca iba a poder encargarse de toda la parte de prensa y difusión pero podìa asesorarme en contratos y esas cosas, y asì nos abriò un montòn de puertas.
DEBANDA
Ellos lo han dicho muchas veces: Buenos Muchachos es, ante todo, un grupo de amigos que se juntan a tocar. Han cambiado varias veces de formación, pero Dalton y el guitarrista Gustavo Antuña son, además de la base fundadora de la banda, los principales compositores. Dalton descubre la esencia de algunas canciones y nos habla del proceso creativo de su último disco, “Amanecer Búho”.


Participaron del disco homenaje a Los Estómagos (“Extrañas visiones”, Orfeo, 1996) con el tema “Cuatro brujas”. ¿Tenían algún otro tema además de ese y tuvieron que elegir?
No, elegimos nosotros ese tema, y a Andrés Sanabria le pareció bárbaro. Nosotros nos enteramos y fuimos a pedir para participar. Al Rafa le gustaba mucho el tema “Gris” y a mí me gustaba mucho “Cuatro brujas”, así que presentamos los dos temas porque no sabíamos qué estaban haciendo los demás. Quedó “Cuatro brujas” porque “Gris” la iba a hacer otra banda, que al final no la hizo.
¿Llegaron a tocar “Cuatro brujas” en vivo alguna vez?
Creo que sí, no me acuerdo, son muy difíciles los arreglos del tema.
¿Te gustó el resultado final de ese disco?
No mucho, me parecía interesante Spanglish Trax, Los Supersónicos...
Estaba el Darno... ¿te gusta Eduardo Darnauchans?
Escuché poco, pero está bueno, es gente muy de la calle, nochero, es interesante. Me gusta más Fernando Cabrera, tiene canciones que me gustan mucho. Cuando estudié por primera vez canto con Fernando Ulivi canté dos temas del Darno para mejorar la dicción y uno no me gustó pero el otro sí estaba bueno. Me ayudaban mucho para aprender a cantar.
¿En qué momento decidiste estudiar y pulir la voz?
El año pasado, sabía que iba a necesitar eso para entrar tranquilo y seguro al estudio. Después cuando volví con Ulivi para hacer la pre-producción del “Amanecer Búho” ya fui con mis canciones, le dije “tengo esto y lo tengo que hacer, vamos a laburarlo”, me daba elementos técnicos y me explicaba cosas que fallaban, que no quedaban claras, las intenciones, la actuación, es bárbaro el loco.
El tema “Temperamento” recuerda a “Una ola” de Los Estómagos”.
Ese tema lo habíamos hecho hace añares, pero yo no le había encontrado la relación. En realidad se la encontré cuando quedaba colgado en ese grito “eeeh”. Pero fue totalmente inconsciente, porque los únicos de Buenos Muchachos que en esa época escuchaban Estómagos éramos el Rafa y yo. El Topo y Alvaro no conocían mucho. Lo que queda ahí en el disco es algo inconsciente, directamente emparentado, sería estúpido negarlo. Sí, se parece. El de ellos me parece que tira más hacia el lado español, por la forma de cantar de Gabriel, por lo que dice la letra (con acento español): ¡La pena es una olaaa!
Tiene descripciones muy directas de cómo se ven los músicos sobre el escenario...
Esa letra la hicimos con el Topo y con Darío, un amigo que tenía el Topo, con quien después nos hicimos amigos también. Nos juntamos y fue casual: “¿vamos a hacer la letra de un tema?” El Topo quería hacer una letra que describiera lo que nos pasaba en los toques, donde no había camerino ni nada, estabas ahí entre la gente. Entonces empezamos a tirar frases y las íbamos armando. Uno me dice: “yo cuando te veo, con ese tipo de espasmos que te dan, como del costillar”. Lo de “mirar el ton ton y ver del revés” es por el Rafa, que siempre tocaba mirando para abajo, se escondía detrás de los platos, es un loco muy tímido. Y lo de la “mano violeta” es por el bajo violeta que tenía Alvaro en esa época. Es una descripción de esos momentos.
¿Te gustaría grabar de vuelta el “Nunca fui yo”? En todos los discos tienen algún tema de aquel disco...
No sé. Yo en este momento tendría que empezar a ensayarlo, y si salen las cosas... Con los cambios de formación hemos podido adaptar viejos temas al sonido actual de la banda y darles otra vigencia.
Con “Dendritas...” fue la primera vez que sacaron un retrato de una época, es un disco intenso y bastante desgarrado. “Amanecer Búho” se percibe como un disco más desnudo, de guitarras, de mucha soledad.
Es como una soledad mejor entendida. La soledad del “Dendritas...” es más introspectiva, la que más te jode. Pero lo que pasó con el “Dendritas...” fue que en el estudio, en la mezcla, las guitarras las hicieron mierda, tuvimos que tocar con otro tipo de guitarras, equipos que suenan diferentes, era un estudio gigante, muy distinto a todo lo que usábamos antes, lo hicimos contra reloj, comiendo mal, viajando demasiado, estábamos muertos, en otro clima.
Este es un disco más despojado.
Este es un disco tranquilo, producido por nosotros, recuperamos la esencia de los Buenos Muchachos que son las guitarras, nos acercamos más al sonido en vivo. En “Dendritas...” hay muchos ruiditos, muchos efectos, pero este es un disco más potente.
En el “Dendritas...” grabaste una parte actuada al comienzo del tema “Ohh Uohh”.
Lo grabé en minidisc en el baño de la casa de Laura, cuando el productor argentino nos sugirió que esa parte fuera más recitada, porque antes era cantada. En vivo nunca me acuerdo, a veces invento algo, depende...
¿Te interesa explotar la parte teatral? Sos muy teatral en vivo.
Le doy ese toque, cambio las letras de las canciones a veces, sé que le doy énfasis en algunos momentos, depende lo que esté pasando en el momento.
¿Cómo surgieron esos bonus llamados “No risa” que cierran “Amanecer Búho?
Nosotros habíamos armado una maqueta que era mucho más grande, pero aburría un poco, sonaba todo igual, en otro orden, nos parecía largo. Cuando nos dimos cuenta de eso empezamos a recortarlo, surgió la idea de hacer los bonus track y le buscamos la vuelta a la idea del EP dentro del disco, porque en realidad son temas que no tienen nada de risa, entonces tenía cierto sentido para nosotros.
“Monos en la mesa” es una buena canción, muy buen título además.
Esa la grabó el Topo solo, me partió la cabeza ese tema, me encantó. La letra es improvisada y surgió de un documental que él había visto en el cable, donde comían un mono, lo ponían arriba de la mesa sobre un mantel, con una sierra le cortaban la cabeza y la gente comía el cerebro del mono vivo, muy loco.
Vos con el Topo tenés una química muy especial. En vivo parecen estar como telepáticamente conectados.
Totalmente. Es que son muchos años de hacer lo que querés hacer. Yo sé cuándo el Topo va a bajar, cuándo va a cambiar. El Topo sabe cuántas veces voy a hacer un fraseo y cuántas veces lo voy a repetir. Cuando hacemos un tema nuevo yo lo quiero engañar, y él igual se da cuenta cómo la voy a meter, hasta dónde va a seguir y dónde va a terminar.

¿Cómo hacen para componer, se juntan a zapar primero?
Por lo general el Topo o Marcelo ya vienen con alguna idea y la tiran. A veces estamos pelotudeando, uno está enchufando los pedales, otro se está rascando un huevo, de repente arranca el batero, los demás empiezan a seguirlo, yo agarro el micrófono y me cuelgo también, y ahí se arma algo. Pero perdimos la costumbre que teníamos en los principios de la banda, cuando no había ensayo que yo no grabara. Llegaba a casa, me fumaba un porro, me ponía a escuchar la zapada, dibujando, era música de fondo. Hasta que de repente paraba la oreja y decía: “ah, mirá esto”, y llamaba al Topo. Hay cosas que quedaron por esa o no se pudieron repetir más porque nos olvidamos. El Topo es un tipo que está tocando todo el día, y Marcelo también. Entonces en los ensayos empiezan a armar la pelota, yo le hago las cantadas, ahí empieza a salir la letra, después los cambios. El final de los temas en Buenos Muchachos es una locura, porque no terminan nunca.
¿Ya están componiendo material nuevo?
Si. Estamos empezando recién con el material nuevo. La presentación del disco realmente no nos dejó componer un carajo, pero ya hay cuatro cositas ahí. Marcelo compuso algunas, el Topo otras y a mí se me ocurrió que es como una especie de “Jajajeje” nuevo, por decirlo así, porque son dos cosas distintas que pueden formar el mismo tema. A pesar que no es la misma nota, en “Jajajeje” tampoco son las mismas notas y sin embargo calzan. Hay otros temas que tengo que están para verse, pronto nos vamos a sentar a zapar una vez màs.

Entrevista: Lorena Bello, Nelson Barceló y Esteban Selios ( para la revista virtual Deltoya, www.deltoya.cjb.net)


Este es un regalo para Santiago. A tu salud!

domingo, 25 de febrero de 2007

Tragos

Empieza el último tema de la noche; la miro de reojo está con el flaco de siempre. Le pide un cigarro. No sonríe, lo prende y empieza a retorcerse con los acordes.E l pelo revuelto, los ojos cerrados, la boca entreabierta, es como si tuviera un orgasmo o por lo menos eso es lo que yo quiero. No es la más linda y ella lo sabe , pero me gusta más que ninguna y lo sospecha .
Cuando termina el tema abre los ojos y sonríe con luz. La gente empieza a irse, la espero, viene a despedirse. Me abraza y me dice en el oído:”Genial”. No me da un beso.
Me estoy quemando pero lo disimulo bien; le paso mi vaso, toma un trago con ganas, no le gusta el alcohol pero tiene sed, me lo devuelve y ahora se va con su compañero de útero. Miro el borde del vaso húmedo con su saliva, lo giro en la mano para que mi boca coincida y tomo mi trago-beso , me lo merezco, después de todo soy un buen muchacho.


Este es mi primer posteo en este espacio.Espero que sea de su agrado dear Littlebird.

Máscaras

Se instaló un pequeño invierno en pleno febrero. Un alivio para mi piel cansada de transpirar. Camino a mi casa pienso en que esta semana debería ir a buscar el dvd.
Me cuesta romper la libertad del anonimato, sacarme una careta para ponerme otra igual de ridícula. Quizás tenga que ver con el recuerdo de lo que pasó cuando nuestras voces adquirieron tangibilidad. Pero no estoy segura.